domingo, 26 de abril de 2009

TEMPLOS GRIEGOS

Sólo una vez le oí insinuar que su obra expresaba un impulso religioso, profundamente escondido.

Al final de aquel viaje de 1959, nos quedamos con nuestras dos familias visitando Nápoles y sus alrededores como cualquier turista, unas veces por nuestra cuenta y otras en grupo. Tras visitar Pompeya me dijo haber sentido una "profunda afinidad" entre su obra y los murales de la Casa de los Misterios, "las mismas sensaciones, las mismas amplias extensiones de color sombrío".

Con nuestras dos familias nos fuimos a pasar el día a Paestum, solar de una antigua colonia griega en que se conservan las ruinas de tres de los templos más interesantes que quedan de Atenas para acá. (Durante la segunda guerra Mundial, Paestum fue tomada por las tropas americanas como cabeza de playa de Salerno, convirtiéndose el templo de Neptuno en cuartel general y centro de comunicaciones. Sólo por milagro no fue destruido por la artillería alemana situada en las colinas que rodeaban el campo de batalla).

En tren rumbo al sur de Nápoles, dos chicos italianos de vacaciones se hicieron amigos de mis hijas y decidieron unirse a la troupe. Dijeron que les encantaría hacernos de guías, aunque no tenía mucho sentido ya que no hablaban inglés y ninguno de nosotros hablaba italiano. La conversación, si la podemos denominar así, se mantuvo en francés, que ellos chapurreaban con dificultad y que mi hija mayor, Nic, hablaba algo mejor.

Las ruinas resultaron ser aún más espléndidas de lo que las guías de viaje hacían esperar. Vagamos por ellas durante toda la mañana; Rothko examinaba todos y cada uno de los detalles de la arquitectura totalmente absorto, sin casi pronunciar palabra. A mediodía compré pan, queso y una botella de vino en una tienda cercana y nos sentamos en una sombra bajo la bóveda del templo de Hera a almorzar. Nic apenas probó bocado, ocupada como estaba en interpretar las preguntas de los chicos. ¿Quiénes éramos? ¿Qué hacíamos allí?

Volviéndose hacia Rothko, le dijo: "Les he dicho que eres artista y me han preguntado si has venido a puntar los templos". "Diles –respondió- que llevo pintando templos griegos toda mi vida sin siquiera saberlo".


Fragmento de <La butaca: Mark Rothko, retrato del artista enfadado>. John Fisher, 1970.

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