CAP 1 La Casa del sótano a la guardilla. El sentido de la choza
…
II
Claro que gracias a la casa, un gran número de nuestros recuerdos tienen albergue, y si esa casa se complica un poco, si tiene sótano y guardilla, rincones y corredores, nuestros recuerdos hallan refugios cada vez más caracterizados. Volvemos a ellos toda la vida en nuestros ensueños. Por lo tanto, un psicoanalista debería prestar su atención a esta simple localización de los recuerdos. Como decíamos en nuestra Introducción, daríamos con gusto a este análisis auxiliar del psicoanálisis el nombre de topoanálisis. El topoanálisis sería, pues, el estudio psicológico sistemático de los parajes de nuestra vida íntima. En ese tetro del pasado que es nuestra memoria, el decorado mantiene a los personajes en su papel dominante. Creemos a veces que nos conocemos en el tiempo, cuando en realidad sólo se conocen una serie de fijaciones en espacios de la estabilidad del ser, de un ser que no quiere transcurrir, que en el mismo pasado va en busca del tiempo perdido, que quiere “suspender” el vuelo de tiempo. En sus mil alvéolos, el espacio conserva tiempo comprimido. El espacio sirve para eso.
Y si queremos rebasar la historia, o incluso permaneciendo dentro de ella, desprender de nuestra historia la historia, siempre demasiado contingente, de los seres que la han agobiado, nos damos cuenta de que el calendario de nuestra vida solo puede establecerse en su imaginería. Para analizar nuestro ser en la jerarquía de una ontología, para psicoanalizar nuestro inconciente agazapado para moradas primitivas, es preciso, al margen del psicoanálisis normal, desocializar nuestros grandes recuerdos y llegar al plano de los ensueños que teníamos en los espacios de nuestras soledades. Para estas investigaciones los ensueños son más útiles que los sueños. Y demuestran que los primeros pueden ser bien diferentes de los segundos.
Entonces, frente a esas soledades, el topoanalista interroga: “¿Era grande la habitación? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la guardilla? ¿Era caliente el rincón? ¿De dónde venía la luz? ¿Cómo se saboreaban los silencios, tan especiales, de los diversos albergues del ensueño solitario?
Aquí el espacio lo es todo, porque el tiempo no anima ya la memoria. La memoria -¡cosa extraña!- no registra la duración concreta, la duración en el sentido bergsoniano. No se puede revivir las duraciones abolidas. Solo es posible pensarlas, pensarlas sobre la línea de un tiempo abstracto privado de todo espesor. Es por el espacio, es en el espacio donde encontramos esos bellos fósiles de duración, concretados por largas estancias. El inconsciente reside. Los recuerdos son inmóviles, tanto más sólidos cuanto más especializados. Localizar un recuerdo en el tiempo es sólo una preocupación de biógrafo y corresponde únicamente a una especie de historia externa, una historia para uso exterior, para comunicar a los otros. Más profunda que la biografía, la hermenéutica debe determinar los centros de destino, despojando a la historia de su tejido temporal conjuntivo, sin acción sobre nuestro propio destino. Para el conocimiento de la intimidad es más urgente que la determinación de las fechas la localización de nuestra intimidad en los espacios.
El psicoanálisis sitúa con excesiva frecuencia las pasiones “en el siglo”. De hecho, las pasiones se incuban y hierven en la soledad. Encerrado en su soledad el ser apasionado prepara sus explosiones o sus proezas.
Y todos los espacios de nuestra soledad pasadas, los espacios donde hemos sufrido de la soledad o gozado de ella, donde la hemos deseado o la hemos comprometido, son en nosotros imborrables. Y, además, el ser no quiere borrarlos. Sabe por instinto que esos espacios de su soledad son constitutivos. Incluso cuando dichos espacios están borrados del presente sin remedio, extraños ya a todas las promesas del provenir, incluso cuando ya no se tiene granero ni desván, quedará siempre el cariño que le tuvimos al granero, la vida que vivimos en la guardilla. Se vuelve allí en los sueños nocturnos. Esos reductos tienen el valor de una concha. Y cuando se llega a lo último de los laberintos del sueño, cuando se tocan las regiones del sueño profundo, se conocen tal vez reposos antehumanos. Lo antehumano toca aquí lo inmemorial. Pero aun en el mismo ensueño diurno, el recuerdo de las soledades estrechas, simples, reducidas son experiencias del espacio reconfortante, de un espacio que no desea extenderse, pero que quisiera sobre todo estar todavía poseído. Antaño la guardilla podía parecernos demasiado estrecha, fría en invierno, caliente en verano. Pero ahora en el recuerdo vuelto a encontrar por el ensueño, y no sabemos por qué sincretismo, es pequeña y grande, cálida y fresca, siempre consoladora.
LA POÉTICA DEL ESPACIO
Gaston Bachelard
No entiendo que tiene que ver con la arquitectura, solo hace una resena a lo que es el recuerdo de la casa, o la primera casa. Tiene esto alguna relación mas con el espacio en si, o el construir de determinada forma. Tengo que estudiarlo a el, como si planteara una teoría sobre los espacios en la arquitectura pero no logro entender cual es su punto, cual seria su conclusión sobre todo esto que dice. Lo único que rescato de arquitectura en si es lo que dice sobre cuanto mas espacios los recuerdos van a ser mas caracterizados. Agradezco si alguien me aclara esta duda.
ResponderEliminarLa arquitectura es, además de forma construida una forma simbólica que interpreta y configura físicamente la relación del hombre con el mundo. A un supuesto origen de la arquitectura como respuesta a los factores climáticos y como hecho constructivo, se le contrapone un entendimiento de la misma como conformación simbólica, además de material, de esa relación hombre-mundo. Por medio de la arquitectura, el hombre establece una relación de diferencia con el mundo: distinción y separación del mundo, definiendo un espacio con una posición y unas dimensiones propias, y referencia al mundo, ya sea al entorno próximo, al lejano o al menos localizable y medible entorno cultural. En lo que respecta a la posición, el hombre se impone y, a la vez, se expone al mundo mediante la arquitectura; se coloca en una posición propia, con lo que interpone una distinción y una distancia entre él y el mundo, y, a la vez, se sitúa en el mundo, establece relaciones de posición con él. En lo que respecta a la dimensión, la arquitectura fija sus pequeñas dimensiones referidas a las del hombre, pero también permite que el hombre se mida con el mundo; da la medida de ambos, mide a la vez a uno y a otro. La arquitectura es la confirmación-conformación de esa toma de posición, de ese marcar las distancias, de ese dar la medida. Por ello la arquitectura ha oscilado siempre entre una necesaria dependencia de las condiciones básicas del hombre —su posición sobre el suelo de la tierra y su reducido tamaño— y una pretendida liberación de esa dependencia, entre una diferencia al cuerpo del propio hombre y una referencia a un ámbito de otro alcance: el ámbito del cosmos.
ResponderEliminarJuan Antonio Cortés, 1996
http://sauterstefan.blogspot.pe/2010/03/analisis-de-la-poetica-del-espacio.html
ResponderEliminaresto podria ayudar